domingo, 12 de febrero de 2012

Da pena que...

Da pena que el seguidor de un equipo (A) se alegre más por la derrota de su equipo enemigo (B) que por la victoria del suyo. Es más; da pena que se entreguen de esa manera descomunal, que se peleen con sus amigos de toda la vida, simplemente por ser seguidores de equipos distintos. Que lloren y se alegren de forma absolutamente exagerada cuando su equipo hace “X” o “Y”. Da pena que se preocupen más por lo que hacen y dejan de hacer esos 11 jugadores que cobran millones y millones por correr detrás de una pelota durante 90 minutos, cuando a ellos, o séase, a sus seguidores, esos millones, esas victorias y esos trofeos, no les van a solucionar sus vidas. Más bien al contrario… (En realidad no quería seguir por ahí estas líneas, así que intentaré retomar el hilo…).
Da pena que a la sociedad le preocupe más un partido de fútbol, o lo que le pase a “la Esteban”, en lugar de la manipulación y control desmesurada de un sistema al que se le llama democracia cuando se le debería llamar fascismo encubierto. Da pena aquel que se alegra más cuando el que odia tiene problemas que cuando él mismo no los tiene. Da pena que en vez de desear que al otro no le ocurra la misma desgracia que a ti, desees que a este otro le ocurra lo mismo, porque si a ti te ha pasado, a él también le tiene que pasar. Para que no tú no seas el único que esté jodido.
Da pena que el racismo esté por encima de la fraternidad, que la guerra esté por encima de la paz, que la envidia esté por encima del compañerismo, que la competitividad esté por encima de la auto superación, que el odio esté por encima del amor, que las desgracias estén por encima de las alegrías, que las peleas estén por encima de los abrazos, que las malas noticias estén por encima de las buenas. Da pena que un error esté por encima de mil aciertos, que una decepción esté por encima de mil sonrisas, que el dinero esté por encima de la felicidad, que el poder esté por encima del amor, que la cantidad esté por encima de la calidad.
Da pena que se vean más programas de salsa rosa que documentales, que en el colegio nos enseñen un pensamiento único en lugar de enseñarnos a tener  pensamiento propio (hay excepciones; ¡menos mal!). Da pena que se le dé cada vez más importancia a las asignaturas de ciencias y menos a las de lenguas y arte.
Da pena que tengamos más cosas de las que necesitamos mientras millones de personas, de niños y no tan niños, mueren de hambre o de enfermedades que aquí curaríamos con medicamentos “básicos”. Da pena que miremos hacia otro lado con tal de no meternos en problemas y que perdure esa comodidad (“que se está mejor en el sofá que pasando frio en una manifestación, oye…” -que conste que me revienta tal frase-). Da pena que estén en "la cima" los mentirosos, manipuladores… y no los sabios. Da pena que la justicia española sea injusta, nula y dé asco (menos a los corruptos, claro) y que, aun así, no se haga nada al respecto. Da pena que en las noticias cada vez nos regalen más imágenes de violencia gratis y, por consiguiente, nos hayamos insensibilizado a éstas. Da pena que el hombre sea cada vez más robot y menos humano. Da pena que se mezcle la política con la música, con el deporte y, en general, con todo. Da pena que se haga más por crear enemistad entre las personas de distintas comunidades autónomas, países, religiones, etc. que por unirlas y que se quieran. Da pena que abunden a patadas esos que te quieren únicamente por interés y que los verdaderos amigos estén en peligro de extinción. Da pena que nos creamos dueños de la naturaleza, de los animales, de este planeta, del infinito y de más allá.
Da pena que las canciones que posicionan los primeros puestos en las listas de éxitos sean las más repetitivas y cutres melódicamente hablando y por lo que se refiere a la letra de la canción. Da pena que el reggaetón y el dance se vendan más que el rock, jazz, swing, soul, música clásica, reggae, folk, indie, punk, ska, según qué pop……. Da pena que lo que antes era un diálogo se haya convertido en dos monólogos simultáneos. Hablar y no conversar, hablar y no escuchar... Da pena que descarguemos nuestra rabia contra los demás y no la descarguemos escribiendo o pintando (p. ej.).
Da pena que con este sistema nos olvidemos de vivir y nos pasemos el día trabajando (y hasta los 442412486 años). Da pena que en lugar de plantar un árbol se “plante” un cementerio nuclear. Da pena que quien toma las decisiones sobre el país A sea el pez gordo del país B y no los ciudadanos del país A. Da pena que cada vez estemos más globalizados y que, con lo cual, cada vez se pierda más la esencia propia de cada rincón del mundo. Y da pena que diga “da pena que” al principio de cada frase en lugar de “alegra que” (por ejemplo). Pero bueno, al menos me he desahogado un rato… escribiendo.

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